domingo, 27 de septiembre de 2009

Sonilude. Capítulo 4. Cuando la Nada persigue nuestras alas...

(Buceando en la Mer...)



Sonilude se encontraba supervisando los jardines de alas, cuando vio aparecer por el horizonte a Claudia. Normalmente, no solían coincidir tan pronto por la mañana, así que imaginó que algo había sucedido.




- ¡Holaaaa, Soni!- exclamó Claudia mientras se aproximaba corriendo hacia el mar.

- Hola Claudia, ¡qué apresurada te veo hoy! - dijo Sonilude.

- Si, tienes razón… Es que anoche descubrí unas cosas de lo más interesantes y por eso he venido a contártelas tan pronto como he podido - dijo Claudia.

- Bueno, pues me pillas por los pelos, porque llevo una mañanita… Ven, anda, vamos a la máquina del café, que te invito a un cortado y me cuentas-dijo Sonilude sonriente.

- Vale, pero no llevo suelto, jo…hoy tendrás que invitarme tú- dijo Claudia mientras rebuscaba en los bolsillos.



Hacía una mañana espléndida en la playa. Acababa de amanecer y el sol comenzaba a bañar con su timidez, la gran alfombra de arena. Además, el mar estaba en calma tras la tormenta de la noche pasada y podían verse cientos de ramos de alas de espuma marina, agolpados en la orilla en un perfecto orden, a punto de ser empaquetados y listos para su comercialización en los países en los que la gente tenía prohibido volar.



Claudia siguió a Sonilude y llegaron a una caseta de playa donde había una máquina de café. Desde luego que había pasado algo, pero notaba al hada también nerviosa, así que pensó que sería mejor averiguar qué le había pasado a su amiga antes de comenzar a contarle sus cosas.



Sonilude, estaba algo inquieta por lo que estaba sucediendo en la playa desde hacía días. Por eso, le contó a Claudia el problema que tenía con los ramos de alas. Había un grupo de ellos que, desde hacía días, parecían tristes y preocupados. Cuando Sonilude les preguntó, le dijeron que estaban así porque les habían contado que había una Nada que pronto vendría a llevárselos y los arrancaría del suave suelo de la comodidad.



- ¡Eh, tú, lector!-dijo Claudia, mirando hacia arriba y viéndote a ti la cara.

- Si, a ti, a quien nos está leyendo… Es hora de que sepas de una vez quién es la Nada y salgas de tu confortable silla cerebral…



Las NADAs.



El mundo está lleno de Nadas. Las Nadas, no son hadas comunes puesto que carecen de alas propias. Las Nadas son hermosas e impredecibles y siempre se acercan a los pórticos de los castillos personales que sobreviven en las mentes de las personas. Hay Nadas rubias, morenas, sencillas, complicadas…Las Nadas son apasionantemente bellas y siempre van buscando las alas de la Libertad para poder sobrevolar a sus anchas los confines de tu memoria. Las Nadas carecen de límites. Su inteligencia es asombrosa, abrumadora…tanto que tensan los nervios de quienes no están acostumbrados a contemplarlas de cerca.



-Así que hay una Nada rondándote a los ramos…-dijo Claudia, mientras contemplaba inquieta a Sonilude. Ésta, tenía la vista perdida en el horizonte. En sus pupilas revoloteaba el fantasma de la incertidumbre, que, como todos los principios, comenzaba a tejer en sus pensamientos, el desarrollo de una nueva historia envuelta en Nada… que podría ser interminable…



-Si- dijo Sonilude mientras notaba aún deslizarse por su garganta un dulce y caliente trago de café.



Se quedaron las dos unos segundos muy quietas. Claudia comenzó a excavar en su memoria inconsciente y, pronto, tuvo una epifánica idea…




-Soni…creo que ya sé cuál es la solución a este problema- dijo Claudia, con esa mirada felinamente satisfecha, que tanto gustaba a su amiga.





- ¿De verdad?, y…¿cuál es la solución?- dijo Sonilude muy intrigada.

-La solución, querida amiga, está en el Todo que sea capaz de enamorarse de esa Nada.




Los ojos de las dos se encontraron y asintieron a la vez. Había que encontrar al Todo y eso, les llevaría un tiempo de recorrido por caminos de baldosas amarillas.




Pero..¿por dónde comenzarían a buscar?... por la mar, evidentemente…. Je…



(Continuará…)



http://www.youtube.com/watch?v=8SE6izagI38

UNA ORQUÍDEA...SALVAJEMENTE LEONA... Capítulo I





Una brisa suave refrescaba la noche. Ella le esperaba impaciente, vislumbrando desde el balcón cómo los árboles entraban en una frenética danza crepuscular. Él llegó, con unos ojos firmes, una sonrisa cautivadora y una botella de vino blanco en sus manos.


Era la primera vez que se veían en persona. Era la primera vez que estarían uno frente a otro, como dos leones cautivados por el embrujo selvático de las noches de verano.

Se sentaron. Todo estaba en calma y se sentían las burbujas de silencio, ascenciendo hacia el blanco del techo del salón.

-¿Cena y poesía o poesía y cena?...- dijo él, con unos labios de seda resbalando con sus ojos el rostro de ella...

Poesía. Ella hizo que los dos se sentasen en un cómodo sofá, con una luz ténue de fondo que los trasladó al escenario de los sentidos.

-Léeme tu poema-le dijo, mientras hundía su nunca en mullido sillón, y cerraba sus ojos con la mueca dulce del presentimiento del placer cercano. Ella le miró y comenzó a recitar el poema...






Viento, viento...Tras leerlo dos veces, los labios se unieron en un fugaz momento lleno de una mezcla de inocencia y atrevimiento, agitación e impaciencia, dulzura y deseo, agua y sed de calor...

En el instante previo a la pasión desenfrenada, sus ojos se encuentran. Ellos ven en la pupila del otro el reflejo felino tan familiar y tan extraño de encontrar. Mientras los labios se exploran, el vacío se agita en un remolino de aguas profundas, aromático. La habitación se inunda del perfume reservado para caminar por la selva esmeralda. Las notas de rosa y azul crean el epicentro del huracán... y entre susurros agitados, se respira el aroma de una orquídea, salvajemente leona...




(Continuará... ;-))


lunes, 14 de septiembre de 2009

SONILUDE. Capítulo 3: La revelación de Claudia...

(Importante ver vídeos en el blog)
Estaban todos en el salon de la casa. De repente, Claudia miró a su madre y le dijo:
-Mamá, ¿hay ropa tendida?
-¿Por qué me preguntas eso?- respondió la madre algo extrañada.
-Pues porque viene una tormenta-dijo Claudia, mientras se quedaba con la vista perdida mirando hacia la ventana.
En ese mismo instante, comenzaron a escucharse cientos de gotas de lluvia resbalando por los cristales. Claudia sintió todos los ojos de aquella casa, clavados en su rostro y, muy lentamente, cerró los suyos mientras se acomodaba en el sofá y se abandonó mirando hacia dentro, como adentrándose en sus propios pensamientos. Mientras, su madre puso un CD de música relajante. Esta noche iban a necesitar mucha calma: el secreto estaba a punto de ser revelado...y sería como siempre había sido desde hacía muchas generaciones.
Claudia comenzó a sumergirse en la música, al tiempo que un montón de imágenes extrañas venían a su cabeza y se sintió como un pájaro posado en una rama, en un crepúsculo de embrujo ceniciento...





Se sintió como flotando en el agua en medio de una espesa bruma. Poco a poco, comenzó a ver muchas cosas que le resultaron de lo más familiares. Se sintió como transportada a una tierra de bosques, montañas y lagos. Notó cómo se erizaba al contacto con un aire fresco y con un aroma de hierbas ancestrales. Sintió un calor interno que nacía desde el centro de su cuerpo. Y a pesar de que una espesa niebla la envolvía y cegaba su vista, jamás tuvo una visión más clara de sus ancestros.




Claudia despertó de repente: acababa de entender tantas cosas que había intuído desde que tenía uso de razón... Debía acudir a la playa cuanto antes, para contarle a Sonilude su secreto....
(Continuará...)

viernes, 4 de septiembre de 2009

SONILUDE. Capítulo 2: Dando la vara al rojo atardecer...

Sonilude no sabía qué estaba pasando. Notaba cómo le temblaban las piernas y, por un instante, sintió muchas ganas de marcharse corriendo de aquel lugar tan extraño. De repente, había un montón de ojos mirándola en el centro del bosque y fue entonces cuando comprendió el terror que había sentido Blancanieves antes de encontrar la casa de los enanitos... Pero ni ella era Blancanieves, ni ésto se trataba de un cuento tradicional, así que como ella era una hada muy moderna, se serenó y pudo sostener las miradas de cuántos la rodeaban.
Tsuda, que estaba en el centro del círculo que la rodeaba, miró hacia el horizonte y después, le indicó con un leve gesto que permaneciese allí quieta y callada. Solo notaba una ligera brisa acariciándole los hombros y pequeñas pompas de espuma lamiéndole juguetonas los tobillos.
De repente, Tsuda se volvió de espaldas y comenzó a emitir un sonido gutural atronador que, poco a poco, se transformó en una fuente de aliento contenido que brotaba de su boca, en un extraño dialecto:
Aaaaooommhh...
tsuki mei naa...
Dhiosehs aláhdos del mar
hel ahda seh izoh muj her
her ahda seh izoh muj her
lah rhosa purphurah se ab rioh
esh oraj thel rit ualh
dad meh lah sabij duriah
dad leh la fhuer zaj
dad leh la var ah ...
Hel ahda seh izoh muj her!
Hel ahda seh izoh muj her!
Al terminar de pronunciar la última sílaba, Tsuda se agachó a recoger un objeto del suelo. Sonilude no distinguía bien qué podía ser aquello, pero parecía algo así como un palo grande retorcido. El anciano cangrejo, se aproximó majestuosamente hacia ella y le entregó el palo pronunciando estas palabras:
- Sonilude, ha llegado el momento de que comprendas el secreto de la Magia que reside en ti. Por ello, he sido designado para informarte de que, a partir de ahora, notarás ciertos cambios en tu cuerpo una vez al mes. Te sentirás a veces triste, otras melancólica y, en ocasiones, una luz muy fuerte hará que se te enciendan las alas como un par de tubos halógenos de bajo consumo. Todos los meses cuando notes estas señales, te prepararás para saludar al rojo atardecer y deberás descansar tranquila y dejar que tu vientre llore hasta que el horizonte vuelva a ser azulado. Además, sentirás que tus alas se equilibran con un peso en tu pecho. Y es que con las alas, serás como un ángel. Esos días, tus pechos te sorprenderán hablando y contándote infinidad de secretos ancestrales haciendo que te sientas como en un hermoso edén de abundancia sensitiva, ya que, sin tetas, no hay paraiso. A cambio de este pequeño sacrificio, te hago entrega de esta sencilla vara. Con ella, tendrás el poder de concentrarte y transmitir la Magia de la Vida. Sé responsable cuando engendres y tus actos te llenarán de dicha y felicidad.
Y de esta forma, inmersa en un espléndido mar plateado, Sonilude fue consciente de la magnitud de su condición de hada: su vida, ya no volvería a ser la misma. Cuando intentó moverse para caminar, todo el mundo desapareció de su vista y se encontró andando suavemente, por la orilla de la playa. Allí se vió a  Claudia, una niña humana, rubia con la que solía jugar a menudo a desenterrar a las hijas de arena que los humanos habían engendrado, para rescatarlas de un futuro incierto.

Después de jugar un rato, Claudia se marchó con sus padres dejando en la playa a Sonilude, para que cuidase de  los ramos de alas. Al llegar a casa, su madre le acompañó cariñosamente a darse una reconfortante ducha. El resto de la familia andaba dispersa por la casa, entretenida en sus quehaceres.
Se escuchó un grito y mucho revuelo en el baño. Claudia se sintió extraña y se sorprendió de la reacción de su madre al ver una mancha de color rojo en su ropa interior.

-Claudia, hija mia. No te asustes, pero ésto que te ha pasado hoy significa que te has convertido en mujer.

La madre de Claudia sintió una mezcla de sensaciones y abrazó a su hija. No hablaron mucho, pero desde hacía tiempo estaba preocupada. Claudia pasaba mucho tiempo jugando sola en la playa y se inventaba historias en las que siempre hablaba de una niña morena a la que ella tenía mucho aprecio como amiga.
Mientras miraba por la ventana al infinito, comprendió que Claudia además de mujer, veía fantasmas.



 Después de la cena,  tendría que buscar la forma de explicarle el misterioso secreto que guardaba su familia desde hacia muchas generaciones...en un compartimento de la antigua caja de música...



(continuará...ve al blog para ver los vídeos...es importante!!)

miércoles, 2 de septiembre de 2009

SONILUDE. Capítulo 1: Llegó el momento mágico.

Érase una vez un mar, donde se cultivaban ramos de alas. Allí vivía un hada hermosa, que cuidaba con esmero que el arrullo del viento acunara todas las algodonosas alas que crecían en la espuma.


Sonilude, era morena, con una larga melena llena de estelas de estrellas y corales. Sus alas eran como gotas de bruma marina en un amanecer cargado de rayos de sol naciente: hermosas y glamurosas. Sus pies, siempre acariciaban descalzos las orillas de las coquetas playas. Era un hada de barrio, que se habia educado con los valores verdaderos que escuchaba de las bocas sinuosas de las ancianas caracolas marinas que la criaron desde pequeña.


Cuando Sonilude era aún una pequeña alocada, se perdió un día en un bosque de algas doradas. Le encantaba deslizarse por las largas hojas que parecían toboganes. Escuchaba el rumor de las olas y se quedaba ensimismada, espiando a los pólipos cuando se transformaban en medusas de vaporosos vestidos blancos. De repente, notó una mano en su hombro que la sobresaltó. Cuando giró a ver qué cosa le había tocado, se quedó muy sorprendida, porque sus inmensos ojos color noche no habían visto nunca una criatura tan extraña como esa. Él era anciano y sabio, a la par que enigmático.


Tsuda, era un viejo cangrejo ermitaño que vivía desde hacía miles de mareas en el Gran Bosque de Las Algas Doradas. Acostumbrado a escuchar sólo los ecos del Gran Silencio, enseguida notó la presencia de una intrusa. La rosa púrpura floreció y supo que había llegado el momento.

Todo el bosque se iluminó de forma extraña y notaron un leve cosquilleo en la nuca: la MAGIA iba a comenzar....

Continuará.... :-)

MASCULINO EN ALTA MAR

La anatomía de los piratas de corazones es lánguida y algo sutil. Se acercan, ellos se acercan y vuelven hacia detrás, contándose los dedos de una mano murmurando canciones infantiles. En la otra, el frío garfio metálico desgarra los tejidos en las gargantas de la inocencia de sus víctimas.
El capitán de aquel navío tensaba sus brazos al dirigir el timón. Yo veía sus venas surgidas a través de unas olas bravías. Era pálida su alma y los huesos de su mandíbula rechinaban cada vez que la bruma le impedía vislumbrar el horizonte de sus reflexiones.
Donde manda patrón, no manda marinero…pero al decir el dicho, las palabras se deshacen en la saliva de un duende etéreo…Azul, azul…cristalina espuma…sal y pimienta de un guiso de esfuerzos. El perfume de las lapas, primas de los berberechos de Joyce, invade el ambiente y ciega la vista de los remeros.
El sol envenena los sentidos y abre la carne del que expone sus penas tirando de las velas, quieto, como el caracol. Por la cubierta, sólo caminan las sombras. Solitarias y cosidas con un pespunte de Peter-Pan-resignation, a todos sus dueños.
La mar es quien manda y sólo el influjo del reloj de arena establece un cronograma de mareas guiado por la luna llena. La mar y su biorritmo de mujer en edad fértil. Dios, guarda a las aguas del influjo del ídolo de Tara...no te imaginas cómo puede ser de embarazoso el destino...
Acúnalos, mar (mer). Acúnalos mientras las olas te lo permitan.
Al final, su ritmo femenino dirige las orquestas de pescadores y marinos. Ellos le lanzan sus redes y la mar, generosa y desprendida, se recoge los cabellos y les prepara el banquete de peces dorados con la maestría del mejor chef. Alta cocina y de fondo, un buen caldo de Chopin.
Tranquilos, yo cuido de todos… Siempre alimentaré al marino y provocaré los celos de las aguas que se enraízan en tierra firme. Siempre meceré a los insomnes y mis sirenas cantarán al son de los rayos crepusculares. Siempre permaneceré alerta y cuidaré de los piratas olvidados en vuestra memoria.
Y si algún día los hombres necesitáis echar tierra de por medio, ya sabéis…siempre nos quedará París....y siempre nos quedarán los volcanes marinos, que generarán islas en las que os sentiréis seguros al poner los pies en tierra firme…aunque…miréis donde miréis…el horizonte siempre os regalará la imagen de la inmensidad de la mar.

Una Perla gallega llamada Manuel

Érase una vez un molusco al que parieron berberecho. Era gallego, moreno y chiquitín. Tenía los ojos muy vivos, una boquita perfecta y una nariz tan tierna, que casi no tenía aletas para sostener los mocos. Sus progenitores lo observaron y decidieron colgarle para siempre un nombre en la etiqueta de su concha. Así fue como Manuel, alias el berberecho, se dio a conocer al mundo.
Tenía una buena concha, (mucho mejor que la de Santiago), aunque con el tiempo, Manuel, que era muy listo, desarrolló una serie de habilidades camaleónicas que le permitían cambiar de aspecto. Por ejemplo, un buen día, siguiendo un impulso ancestral, decidió dejarse barba y bigote. Después, pensó en darle un giro celta a su vida y así, creó el traje chaqueta en azul espiral. En la actualidad, ha perfeccionado tanto su concha que, a veces, se le ve con algunas espículas de pop-art en la espalda contoneadas a su antojo por sistema inalámbrico wifi de redes neuronales.


Como manda la tradición, Manuel, que era muy aplicado en sus estudios, se dedicó a lo que se supone que hacen mejor los berberechos intelectuales: a filtrar. Y era muy bueno en su oficio, tanto, que llegó a la universidad y después, hizo la tesis doctoral.


A Manu el berberecho, le gustaban las sirenas de cabellos largos más que las berberechas de su localidad. Y es que era un soñador empedernido. En su tiempo libre, cuando no estaba en el limbo, se dedicaba a cuidar los jardines orientales de fitoplancton marino. Le gustaba desbrozar y trabajaba con sus manos de jardinero, tanto las microalgas ornamentales como las destinadas al sector de la alimentación funcional. Además, era un berberecho muy sensible y sentía predilección por la música clásica, los fados y el jazz. Nunca se le oyó cantar, a pesar de tener una voz hermosamente honesta. Es posible que lo hiciese en silencio mucho mejor que Frank Sinatra.


Y resulta que Manuel decidió, en un día de aburrimiento y agobio existencial, salir de viaje a explorar el universo. Eran tiempos en los que llovía de forma incesante. Y así, en uno de sus viajes, inesperadamente, se encontró en una estación de tren, con una sirena rubia que pasaba por delante de sus ojos disfrazada de bailarina rusa. Se quedó extrañado y decidió frecuentarla. Entonces, se dio cuenta de que era una sirena anómala y miedica. Muy caballeroso, se ofreció a acompañarla varias noches al salir del trabajo. Para distraerla, él se ponía muy elegante con el traje de azul espiral y le mostraba los tesoros que había encontrado en su oficio de filtrador. Ella le escuchaba con gran admiración.


De repente, un día que hablaban de sus cosas, a la sirena le dio un ataque de fiebre de franqueza y comenzó a llorar. A él no le gustaba ver a la sirena triste, así que la intentó consolar. Ella, conmovida por su sensibilidad, decidió revelarle varios secretos.


La rubia sirena le confesó al berberecho que creía que se había enamorando de él. Aunque ella no tenía claro si el enamoramiento era de él o de los tesoros que él le mostraba. El berberecho, que recibió la noticia por teléfono mientras estaba filtrando de una forma muy apasionada, sufrió un cólico de vértigos de la impresión y se engulló, de repente, un buen trago de arena.


Pero eso no fue todo. La sirena tenía un secreto mucho más íntimo. Ella no era una sirena rubia que a veces se disfrazaba de bailarina rusa. Ella era, en realidad, otra cosa.


El berberecho estaba desconcertado. Aún así, era un berberecho muy caballeroso y curioso, así que, contuvo sus agonías y se quedó muy quieto mientras observaba a la sirena.


Ella le fue haciendo un streaptease poco a poco, hasta quedarse absolutamente desnuda ante él, desprendida del disfraz. Lo que se encontró Manuel ante sí, fue un inmenso y amplio mar. Era la mar de ojos verde-azulados más extraña que había visto nunca y albergaba en su interior, las féminas más variadas de todas las especies. Y es que él era de Galicia y ella, nació en el Mediterráneo.


De todo aquello, ahora sólo queda un buen recuerdo y una bonita amistad entre los dos. Como resultado del cólico de vértigos, el berberecho, que había acumulado arenilla en el riñón, se puso algo pachucho. Con el poder mágico de las olas, la mar le regaló un traje de perla preciosa, único en el mundo, con sus infinitas capas bordadas a mano.


El destino los separó por un tiempo. Ella ahora sigue siendo multidisciplinar y ha pasado un tiempo revuelta de olas y engendrando un par de remolinos. Y es que, tras el periodo de maternidad, le echaba de menos, porque sólo con él tiene confianza y puede desnudarse y charlar cómodamente. Así que, la mar buscó a su perla y retomó el contacto.


Desde hace unos meses, como han vuelto a ser amigos, son felices y comen perdices….aunque con la mar no hay que jugar mucho, que nunca se sabe....