viernes, 4 de septiembre de 2009

SONILUDE. Capítulo 2: Dando la vara al rojo atardecer...

Sonilude no sabía qué estaba pasando. Notaba cómo le temblaban las piernas y, por un instante, sintió muchas ganas de marcharse corriendo de aquel lugar tan extraño. De repente, había un montón de ojos mirándola en el centro del bosque y fue entonces cuando comprendió el terror que había sentido Blancanieves antes de encontrar la casa de los enanitos... Pero ni ella era Blancanieves, ni ésto se trataba de un cuento tradicional, así que como ella era una hada muy moderna, se serenó y pudo sostener las miradas de cuántos la rodeaban.
Tsuda, que estaba en el centro del círculo que la rodeaba, miró hacia el horizonte y después, le indicó con un leve gesto que permaneciese allí quieta y callada. Solo notaba una ligera brisa acariciándole los hombros y pequeñas pompas de espuma lamiéndole juguetonas los tobillos.
De repente, Tsuda se volvió de espaldas y comenzó a emitir un sonido gutural atronador que, poco a poco, se transformó en una fuente de aliento contenido que brotaba de su boca, en un extraño dialecto:
Aaaaooommhh...
tsuki mei naa...
Dhiosehs aláhdos del mar
hel ahda seh izoh muj her
her ahda seh izoh muj her
lah rhosa purphurah se ab rioh
esh oraj thel rit ualh
dad meh lah sabij duriah
dad leh la fhuer zaj
dad leh la var ah ...
Hel ahda seh izoh muj her!
Hel ahda seh izoh muj her!
Al terminar de pronunciar la última sílaba, Tsuda se agachó a recoger un objeto del suelo. Sonilude no distinguía bien qué podía ser aquello, pero parecía algo así como un palo grande retorcido. El anciano cangrejo, se aproximó majestuosamente hacia ella y le entregó el palo pronunciando estas palabras:
- Sonilude, ha llegado el momento de que comprendas el secreto de la Magia que reside en ti. Por ello, he sido designado para informarte de que, a partir de ahora, notarás ciertos cambios en tu cuerpo una vez al mes. Te sentirás a veces triste, otras melancólica y, en ocasiones, una luz muy fuerte hará que se te enciendan las alas como un par de tubos halógenos de bajo consumo. Todos los meses cuando notes estas señales, te prepararás para saludar al rojo atardecer y deberás descansar tranquila y dejar que tu vientre llore hasta que el horizonte vuelva a ser azulado. Además, sentirás que tus alas se equilibran con un peso en tu pecho. Y es que con las alas, serás como un ángel. Esos días, tus pechos te sorprenderán hablando y contándote infinidad de secretos ancestrales haciendo que te sientas como en un hermoso edén de abundancia sensitiva, ya que, sin tetas, no hay paraiso. A cambio de este pequeño sacrificio, te hago entrega de esta sencilla vara. Con ella, tendrás el poder de concentrarte y transmitir la Magia de la Vida. Sé responsable cuando engendres y tus actos te llenarán de dicha y felicidad.
Y de esta forma, inmersa en un espléndido mar plateado, Sonilude fue consciente de la magnitud de su condición de hada: su vida, ya no volvería a ser la misma. Cuando intentó moverse para caminar, todo el mundo desapareció de su vista y se encontró andando suavemente, por la orilla de la playa. Allí se vió a  Claudia, una niña humana, rubia con la que solía jugar a menudo a desenterrar a las hijas de arena que los humanos habían engendrado, para rescatarlas de un futuro incierto.

Después de jugar un rato, Claudia se marchó con sus padres dejando en la playa a Sonilude, para que cuidase de  los ramos de alas. Al llegar a casa, su madre le acompañó cariñosamente a darse una reconfortante ducha. El resto de la familia andaba dispersa por la casa, entretenida en sus quehaceres.
Se escuchó un grito y mucho revuelo en el baño. Claudia se sintió extraña y se sorprendió de la reacción de su madre al ver una mancha de color rojo en su ropa interior.

-Claudia, hija mia. No te asustes, pero ésto que te ha pasado hoy significa que te has convertido en mujer.

La madre de Claudia sintió una mezcla de sensaciones y abrazó a su hija. No hablaron mucho, pero desde hacía tiempo estaba preocupada. Claudia pasaba mucho tiempo jugando sola en la playa y se inventaba historias en las que siempre hablaba de una niña morena a la que ella tenía mucho aprecio como amiga.
Mientras miraba por la ventana al infinito, comprendió que Claudia además de mujer, veía fantasmas.



 Después de la cena,  tendría que buscar la forma de explicarle el misterioso secreto que guardaba su familia desde hacia muchas generaciones...en un compartimento de la antigua caja de música...



(continuará...ve al blog para ver los vídeos...es importante!!)

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